El sábado fuimos al cine con unos amigos a ver
John Carter, (no está mal del todo, es entretenida)... era la sesión de la tarde y estábamos rodeados de niños. A pesar de que aquello no era
Shakespeare, me temí pasar la peli sufriendo como nos pasa siempre...
Al sentarme, noté que me tocaban en el hombro desde atrás. Me giré y vi a una niñita con cara de ángel pero algo preocupada que me dijo desesperada y con la sinceridad que sólo tienen los niños:
"Es que contigo ahí delante ¡no veo nada!"
Con los cojones por los suelos Conmovido profundamente, le aseguré que no debía preocuparse por eso, que estaría agachado y que si no veía bien, me podía dar una patada en la cabeza. Mientras, los padres, rojos como tomates me pidieron disculpas...
Estuve toda la peli agachado, a pesar de que me dolía la espalda, para que mi
cabezón de melón amplio diámetro craneal no estorbara a la pequeña espectadora de atrás.
El terminar la proyección, le pregunté si lo había visto todo bien y su sonrisilla diciéndome que sí fue sin duda lo mejor de la película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario